lunes, 16 de febrero de 2015

Capítulo 12: El golpe contra Isabel Perón

En medio del ambiente  de corrupción  de las instituciones y la actividad de las organizaciones guerrilleas (Montoneros y el ERP) en Argentina se  se vivía  en un territorio sin Estado. La guerra abierta declarada por las fuerzas armadas contra los guerrilleros  hacían   de cualquier día un día de guerra.  Asesinatos ,  tiroteos  y secuestros  con la habitual desaparición de personas  ( secuestros de activistas de izquierda o simplemente de personas sin más), hacían imposible  el normal desarrollo  de la vida de la ciudad o del país.
    YO mismo perdí varios amigos  en manos de las fuerzas armadas, uno de ellos, mi gran amigo Rodolfo Fernández  Pondal  Era un periodista que editaba un boletín confidencial,  desapreció el mismo día  que había regresado  de un viaje de instrucción del portaaviones  “25 de Mayo” invitado por el Comandante en Jefe de la Armada, almirante EmIlio Massera.  Al parecer fue secuestrado por la misma marina de guerra  que había sido su anfitriona  pocas  horas  antes… Él tan orgulloso con un chubasquero de la marina que le había regalado el Almirante Massera…. Su  nombre pasó a engrasar la lista de  los desaparecidos  hasta  que  fue declarado muerto.
    El día  que finalmente se produjo el Golpe nadie se sorprendió. Cuando la presidente María Estela de Perón subió al helicóptero que cada día la llevaba y traía desde el palacio del gobierno: la Casa Rosada, hasta su residencia  en  la muy próxima ciudad satélite de Vicente  López. Sería su último vuelo en libertad.
   Cuando el helicóptero pasaba cerca del aeropuerto urbano  de Aeroparque,  súbitamente     tomo tierra en el espacio reservado para las máximas  autoridades del Estado. Ante la extrañeza de la presidente, el almirante  Emilio Massera, que la acompañaba en el vuelo, le dijo que una pequeña avería había aconsejado esa breve  detención.
   Fue conducida a un avión y trasladada hasta su lugar de reclusión, una unidad de la Armada al sur de Buenos Aires.
    El derrocamiento y prisión de la presidente no causó  ninguna extrañeza en la ciudad.   Y  dejó muy tranquilo al Comandante  Ernesto Wener,  jefe del Regimiento Granaderos a Caballo general San Martín, la unidad del ejército que prestaba protección y custodia a la presidenta. 
   De esta forma el honor y la responsabilidad del Coronel Wener quedaron  a salvo.  Porque mi buen amigo el Coronel Wener,  creo yo  que tenía  un problema de conciencia.  Siendo el jefe  de la guardia personal de la Presidenta ,  tenía que defenderla  contra cualquier elemento adverso  que la amenazase.
     Y   él, que como militar estaba de acuerdo con el golpe, tenía que  defender a la Presidente de aquella eventualidad. Incluso, llegado el caso, oponiéndose a sus compañeros de armas.
     El problema se salvó al ser detenida  la Presidenta cuando esta se encontraba  en el helicóptero, en el aire. Ya que en este elemento ella era ajena a los cuidados  de Wener ,  ya que él operaba en tierra.
     Esta era una presunción mía, muy bien fundada. Pero sin tener certeza  de que  realmente fuese  así. Sin embargo, por datos pescados incidentalmente,  y por  la seguridad que tenía en mis conjeturas  no me cabía dudas sobre esta solución de compromiso.
     Igual que teníamos amistad y confianza  con Rodolfo Wener, la teníamos con otros altos oficiales de las tres  armas, lo cual no quita que si en la  lucha contra la subversión  si tenían que  darnos  caza, a los corresponsales, nos la diesen.  Así se explica el caso del secuestro y la desaparición de  Rodolfo Fernández  Pondal,  conocido  y  amigo de los comandantes en jefe  del as tres  armas  al que me referí anteriormente.
    El Golpe fue recibido por los bonaerenses con toda naturalidad, pese a que  la caza emprendida contra los Montoneros y el ERP, adquirió  niveles de guerra abierta entre las fuerzas armadas regulares y la guerrilla.  Y los casos de los “Secuestrados”  (los  desaparecidos)  adquirieron relevancia  mundial.    
    Esta dudosa relación cívico-militar explica en parte lo que me aconteció el día 7 de noviembre 1976.  En esa fecha   tenía que viajar a Madrid a algún asunto relacionado con la dirección de  mi agencia. Poco antes de trasladarme al aeropuerto recordé que un buen amigo, Fernando Mas,  un periodista argentino que había conocido en México donde era corresponsal de la revista norteamericana  “Reader’s Digest”, simpatizante –cuando menos,  de los Montoneros-  se había trasladado a vivir  a España y me había dejado su voluminoso archivo periodístico para  que yo se lo hiciera llegar a Madrid en alguno de mis frecuentes viajes.
     Entonces recordé el encargo  que Fernando  me  había dejado y tomé tres  o cuatro grandes sobres  con recortes de diarios que metí  en  mi cartera de mano y salí para el  aeropuerto.
    Al pasar al salón de embarque  un suboficial  que estaba en la puerta me pidió que,  por favor,  le dejase ver el contenido de mi cartera de mano. Entonces pensé en los sobres de  Fernando. Los abrí  y ante mi vista y la del  suboficial aparecieron recortes de la revista “Evita Montonera” y de otras publicaciones semejantes del grupo guerrillero.
     El militar me dijo que le siguiese y me llevó a la comisaría del aeropuerto. Allí un comisario   muy amable me dijo que esperase y se fue con mi maletín a una oficina contigua. Total quedé detenido por espacio de tres días  y tratado con toda cortesía, eso sí. Entre  tanto otro pasajero  norteamericano  que estaba en las aparentes mismas circunstancias que yo, entablamos conversación.  Por  lo que me dijo supuse que iba a quedar  en libertad  prontamente. Le pedí que cuando saliese  llamase por teléfono  a mi casa para decir  a mi mujer  lo que me  había ocurrido.  Y así lo hizo. Entonces  comenzaron las gestiones para  mi puesta en libertad de  la  Embajada Española, la Asociación de  Corresponsales Extranjeros y otras instituciones. Y naturalmente,  a los tres días,  fui dejado en libertad.
                                                                                                                  (Seguirá)