viernes, 29 de noviembre de 2013

VERDURAS CON QUESO

INGREDIENTES:

ü  500 grs.  De brécol
ü  500grs de calabaza
ü  500 grs de champiñones
ü  200grs de bacon
ü  300grs de queso  rallado para pasta
ü  100grs. De piñones
ü  4 dientes de ajo.

PREPARACION:

Cocer EL Brócoli y la calabaza con un poco de sal. Sofreír el bacon troceado. Freír los ajos con los champiñones cortados en trozos grandes.

En una fuente de horno, poner primero el brécol y la calabaza, encima los champiñones y el bacon, añadir los piñones y cubrir con el queso. Meter en el horno 3 o 4 minutos a 180 º.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Gateau de Mallorca.

Ingredientes:

Un cuarto de kilo (l/4) de almendras molidas.
Un cuarto de kilo(1/4)  de azúcar.
Seis (6) huevos.
Una cucharadita de canela molida.



Procedimiento:

Separar las yemas de las claras.
Poner las claras a punto de nieve.
En un recipiente mezclar la almendra, las yemas batidas y la claras a punto de nieve y el azúcar.
Se unta el recipiente con mantequilla.
Se mete al horno 20 minutos  a l50º.

LOMITOS DE SALMÓN CON MERMELADA DE CIRUELAS.


INGREDIENTES:

1 lomo de salmón
2 o 3 patatas
1 bote de mermelada de ciruela verde
1 pimiento rojo
aceite, vino blanco, sal y pimienta
azúcar

PREPARACIÓN:

Se da un hervor al salmón.Se retira y se corta en tacos que se fríen con un poco de sal y pimienta.Se pelan las patatas y se cortan en rodajas, que se fríen con sal y pimienta.
Se cuece la mermelada con  el vino, sal y pimienta. A cada trozo de salmón se le pone un trozo de pimiento ya pelado . Se echa por encima la salsa y se añaden las patatas.                                                                                                                    

viernes, 22 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 2: NO NOS MATARON


El DC 10 de Iberia salía de Ciudad de México rumbo a Madrid. Como siempre, a las cuatro de la tarde. Era un día soleado y claro, típico dela capital mexicana. Viajábamos toda la familia: mi esposa Vicky y yo con los cinco  hijos que teníamos  en aquella época: el año 1969.
Hacía tres meses que había finalizado la mal llamada“guerra del futbol” entre Honduras y El Salvador. En verdad esta vez necesitaba las  vacaciones que estaba  comenzando a disfrutar. 
Al otro lado del pasillo del avión, viajaba un sacerdote joven, aproximadamente de mi edad.
Como me temía, el sacerdote parecía querer hablar con alguien,  conmigo justamente (yo aborrezco a las personas que me hablan en los viajes).  Me resigné y me dispuse al sacrificio:
-¿Es usted español, verdad? -me preguntó.
-Sí, respondí.
-¿Qué hace en este país? -Otra vez el mismo rollo, me dije, y contesté - Soy periodista, corresponsal, de la Agencia Efe en México.
Se  quedó pensativo un momento, antes de añadir:
-Entonces es usted compañero del periodista de Efe, que mataron en Guatemala….
-Ese que murió fui, yo, le dije. En ese instante pensé en lo que habían escrito el diario  “Prensa Libre” y dicho las emisoras de radio en la ciudad  de Guatemala días antes.
Habían publicado y difundido, que “el corresponsal de la Agencia Efe y el fotógrafo que lo acompañaba  habían muerto esa mañana víctimas de disparos cuando pretendían vadear un río en la frontera entre Guatemala  y Honduras, para entrar a este último país”. La tarde anterior yo me había comunicado con mi Agencia, en Madrid, para decirles que me ofrecía a ir de enviado especial y cubrir el conflicto desde Tegucigalpa. Para mi enorme satisfacción me respondieron afirmativamente ¡Iba a informar sobre una guerra: el sueño de todo corresponsal!
 Al  mismo tiempo desde La Habana, la dirección de la Agencia Prensa Latina ordenaba a su corresponsal en México, Carlos Ferreira,  trasladarse a Honduras con el mismo fin.
 Carlos Ferreira y yo éramos íntimos amigos desde el mismo  día que yo llegué  a México, hacia año y medio.  Los dos habíamos solicitado al mismo tiempo a nuestras centrales, ir como enviados especiales a cubrir la guerra entre EL Salvador Y Honduras, la mal llamada “guerra del fútbol” (más adelante lo explicaré).
AL día siguiente nos encontramos en el aeropuerto a un buen número de corresponsales establecidos en México, todos con el mismo destino:las capitales de Honduras y EL Salvador. Pero los vuelos a ambas ciudades  habían sido cancelados en virtud de la guerra. Y cada corresponsal eligió el vuelo alternativo que mejor le pareció. Nosotros, Carlos y yo, elegimos el destino Guatemala…
Tanto  el uno como el otro íbamos muy cortos de dinero. Así que al llegar nos alojamos en un hotel muy barato. Era una época, aquella, de gran violencia en Guatemala, con la guerrilla en pie de guerra contra el gobierno militar. Todos los días había algún choque entre ambos; con su secuela de muertos y desaparecidos. Se daba entonces la circunstancia de que, en el plano internacional, Guatemala acusaba Cuba de fomentar y financiar la guerrilla, cosa por todos sabida. Y he aquí el intríngulis: Carlos, mexicano, trabajaban en la agencia de noticias de Cuba,  Prensa Latina, motivo suficiente para que los “milicos” guatemaltecos lo considerasen un agente castrista  infiltrado en Guatemala, bajo el pretexto de la guerra. Y  yo era su compañero.
Sea por esto o por lo que fuere, Carlos y yo teníamos un cierto temor. Por la acera de nuestro hotel advertí la presencia de tres o cuatro hombres sospechosos, una especie de “ton tón macouts” haitianos. Por esa razón decidimos mudarnos (en las embajadas de España  y México nos habían prestado unos centenares de dólares).  Y elegimos el que probablemente en aquel entonces era el hotel más lujoso de la Ciudad, el Camino Real. Allí nos sentimos seguros y a salvo de algún hipotético secuestro o agresión por parte de los esbirros del gobierno militar.
Al día siguiente fuimos en taxi hasta la ciudad de San Pedro Sula, situada en la frontera con Honduras donde nos habíamos  propuesto pasar por tierra. 
Buscamos alojamiento en una especie de gran pensión y seguidamente, nos fuimos caminando hasta la frontera, muy cercana.  El puesto fronterizo era una simple caseta con un par de soldados.  Entre la gente que se curioseaban por allí,  había un alto oficial con el que trabamos conversación. Nos contó como había comenzado la guerra y algunos pormenores que nos fueron, muy útiles cuando escribíamos nuestras crónicas. Al decirle que pensábamos penetrar en territorio hondureño,  él se ofreció en acompañarnos un trecho. Creímos que era nuestro  guía ideal, y nos dispusimos a pasar. Entonces recurrió a un jeep y en compañía de un suboficial, que actuaría de chofer, pasamos a territorio hondureño.                                    
Al poco de penetrar por una carretera que más bien era un sendero en la altiplanicie, observamos un resplandor a lo lejos que venía hacia nosotros, es decir, hacia Guatemala. El coronel se puso nervioso y ordenó al chofer que detuviese el vehículo. Ambos bajaron del jeep con metralletas y se ocultaron detrás de coche. A  nosotros, nos dijo que nos situáramos delante del jeep como que éramos dos ciudadanos que estábamos de casualidad en el camino.
(Luego nos explicaría que lo hacía porque ellos, él y el suboficial,  no  podían entrar en territorio de Honduras, siendo guatemaltecos y vestir uniforme del país). Carlos y yo, con evidente miedo, esperábamos a que la luz llegase a nosotros: resulto ser una caravana de automóviles y camiones cargados de refugiados hondureños en busca de la seguridad que confiaban encontrar en  Guatemala.
¿Qué podía haber ocurrido para que “mi muerte” mereciese el honor de la letra impresa? Después un rato de meditación empecé a encontrar una posible explicación: el alto oficial que nos sirvió de guía la noche anterior, era el coronel Guillermo Echevarría, máximo responsable militar de aquella región, especialista –nos confesó- en la lucha contraguerrillera,  con entrenamiento  recibido en la Escuela de las Américas, del ejército de los Estados Unidos en
Guatemala.
De regreso en San Pedro Sula fuimos a tomar unas copas de ron  y a cenar a la fonda en la que nos alojábamos. Y he aquí la reflexión que me hice en ese momento: nuestro anfitrión había sido el Coronel Guillermo Echeverría, Comandante de la zona.     
En la larga conversación que tuvimos durante la cena nos describió con lujo de detalleslas tropas que tenía a sus órdenes, cuál era el estado de la actividad subversiva en aquella  zona y otros muchos datos. Y también un pequeño secreto: qué había sucedido  con el  líder guerrillero guatemalteco John Sosa (en aquellos días no había ninguna noticia de él, pero se sospechaba que estaba vivo).
En resumen, que el Coronel nos había facilitado material para hacer un completo informe sobre la situación de la guerrilla. Seguramente un relato de gran valor  para los cubanos.

Supuse, además, que los servicios de inteligencia de Guatemala habían detectado mi presencia “y la del fotógrafo que me acompañaba”, que era en realidad un periodista que trabajaba para un agencia cubana de noticias.  Naturalmente un “espía” cubano  y nada menos, que el propio jefe militar de la zona había facilitado un completo informe sobre la actividad subversiva.

Al regresar a su cuartel, ya de madrugada, el Coronel Echeverría debió encontrar sobre la mesa de su despacho una  comunicación de la inteligencia guatemalteca referente a la presencia en el país de un periodista español y de un fotógrafo cubano.
“¡Carajo -debió decirse el Coronel al leer el  informe- que pendejo he sido, les di un reporte sobre la guerrilla nada menos que a unos espías de Cuba¡”.

Y a partir de aquí habría maquinado el procedimiento para eliminarnos. Durante la cena nos había  indicado la forma de penetrar en territorio hondureño, que era nuestro destino.
“Vadeando un río que corre por la frontera”, nos había dicho.
Al oír aquello,  sufrí un súbito enfriamiento  en mi ardor profesional: yo no sabía nadar y el agua me daba un  miedo muy respetable.

Cuando el Coronel se marchó le pregunté al personal de la pensión si el río era en realidad vadeable. Después de que los empleados dialogasen entre ellos, llegaron a la conclusión de que el  río era peligroso en aquella época.  ´´Únicamente es practicable nadando”  comentaron.
Definitivamente aquello no era para mí, me dije.  Y decidí que yo no iba  pasar el río. Y tal decisión se la comenté a Carlos, que muy amablemente me comprendió a pesar de que él sí, sabía nadar.          

Al  día siguiente me levanté temprano, a las seis de la mañana, y me dirigí a las oficinas de la gigante norteamericano YunaitedFruit , buscando un medio para transmitir la crónica que había escrito la noche anterior sobre mis primeras 24 horas en las inmediaciones de la guerra  mal llamada “del fútbol”, entre Honduras y el Salvador. En las oficinas me facilitaron con gran generosidad su télex, por el que pude transmitir mi crónica a  la oficina de Efe en México.

En mi oficina, en México , Vicky, mi mujer,esperaba mi llamada, según lo convenido, para transmitir a Madrid  la  crónica que yo le dictaría.  Lo primero que le dije,  innecesariamente  porque ella lo estaba comprobando en aquel momento, fue que  no hiciera caso si le informaban de que me habían matado en la zona de San Pedro Sula.
     Cuando el DC 10 de Iberia tomo tierra en el aeropuerto de Barajas, no me esperaba nadie de la Agencia  EFE, ni de mi familia; tampoco ningún amigo. Nadie me esperaba, como yo confiaba, como a un héroe de guerra.  Tragué mi decepción lo mejor que pude, pese a que alguna de mis crónicas, con mi firma, habían sido publicadas por el diario ABC, proeza pocas veces alcanzada por algún corresponsal de mi agencia.
“La guerra del fútbol “, fue un nombre que le aplicaron los periodistas norteamericanos y  “copiada” por los medios de comunicación de todo el mundo.
Pero debajo de  ese nombre había una realidad mucho más severa: la pobreza, la miseria. Desde siempre los salvadoreños habían emigrado a Honduras en búsqueda de un  destino con menos hambre y miseria que en su propio país. De ahí surgieron como suele ocurrir en esos casos enfrentamientos  verbales, disputas de vecinos hondureños y salvadoreños, las peleas y los enredos  más serios.
La chispa de la violencia  saltó durante un partido  de futbol entre las selecciones nacionales de los dos países. Y de ahí  invadió todos los ámbitos de la relación entre las dos naciones.  Como el  fuego había surgido en un partido de fútbol.Algún genio delos titulares  decidió aplicarle el nombre de “La guerra del futbol”. Y  de ese modo quedó registrad en la historia.


seguirá.....

José Antonio Rodríguez Couceiro.

lunes, 11 de noviembre de 2013

FIDEUA

INGREDIENTES

500 GRS de pasta de fideuá.
4o 5 salchichas frescas
300grs. de costillas adobadas
colorante
1 litro de caldo de carne
sal, ajo y perejil
1lata de judías verdes.

PREPARACIÓN:

Sofreír las costillas, junto con las salchichas troceadas y añadimos las judías verdes. Sofreímos la pasta de
fideuá con un poco de aceite. Se añade un poco de colorante, el ajo y el perejil a la pasta. y se sazona.
Se junta todo con el caldo y se da un hervor.10 minutos a fuego lento.