lunes, 27 de abril de 2015

LOMO DE CERDO CON CHAMPIÑONES




INGREDIENTES.

1200 GRS,  de lomo de cerdo.
50 grs. De pimentón dulce
100 grs. De azúcar
200 grs. De vino blanco
1k. de champiñones
2 ajos, perejil




PREPARACION:

Rebozar el lomo en azúcar y salpimentar
 Saltear  en aceite los champiñones picados.
Poner el lomo en una fuente de horno y echarle por encima los champiñones.Meter en el horno a 180  grados, media hora. A mitad de la cocción añadir el vino blanco



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viernes, 6 de marzo de 2015

VIAJE IMAGINARIO A LAS ISLAS MALDIVAS



PEQUEÑA HISTORIA DE LAS MALDIVAS
 Las Maldivas fueron conquistadas por portugueses y holandeses. Los británicos echaron a los holandeses posteriormente.  Las Maldivas constan de 1.200 islas, de las cuales sólo 200 están habitadas.





COMO LLEGAR


Las islas Maldivas están situadas al sur de Sri Lanka, en el océano índico. Para llegar a las islas Maldivas hay que ir en avión o barco. Desde España no existen vuelos directos. Hay que hacer escala en París, Frankfurt o Doha. Es recomendable viajar con Qatar Airways o Emirates y hacer escala en Doha. Los aviones y el servicio son excelentes. El vuelo dura alrededor de 12 horas.


DONDE ALOJARSE


Los hoteles son muy buenos en general y por tanto son caros, sobre todo dependiendo de la época del año (Temporada alta o baja ).













QUE VISITAR

Lo más interesante para visitar es la mezquita de Huruku que data de 1656.  Se pueden hacer pequeños cruceros para visitar las islas más importantes y también hay que ver las preciosas puestas de sol.



ACTIVIDADES

Todas las actividades se relacionan con el mar: buceo , pesca , vela






QUE COMPRAR
Sobre todo se pueden comprar cosas de artesanías en madera y telas. Está prohibido sacar del país conchas y corales con el fin de preservar el medio ambiente..
OPINION
Este viaje imaginario debe ser interesante para hacerlo realidad, para pasar unos días de relax absoluto, con un mar precioso y actividades tranquilas y relajantes. Sin tener que maquillarse y ponerse guapo, solo tranquilidad, sol y mar. Y la compañía, claro.


lunes, 16 de febrero de 2015

RELATO 13: Regreso a casa

A partir del suceso de mi detención y liberación  los acontecimientos  se desarrollaron con relativa normalidad. Argentina y Chile se prepararon para  una guerra, que afortunadamente se suspendería en el último minuto. Estos dos países, que comparten una frontera de más de 5.000 kilómetros, siempre se miraron con cierta desconfianza, en virtud de sus largos límites, con incidentes menores a propósito de las fronteras.
Sin embargo persistía un viejo diferendo en el extremo sur del continente. En el Canal Beagle por la propiedad y la soberanía de unas pequeñas islas:  Nueva, Pictom y Lennox y un rosario de islitas que las rodeaban.
Pues bien, por la soberanía de ese escaso territorio insular, Argentina  Chile estuvieron a punto de ir a la guerra. Se hacían ejercicios de oscurecimiento, en las ciudades para “escapar“ a los posibles bombardeos del enemigo, se hacían minuciosos controles de personas para evitar la actividad de los posibles espías, y otros  más o menos similares.  Unos pasos que conducían, inexorablemente, a la guerra.
Hubo un último intento de los gobiernos de Santiago y Buenos Aires  de llegar a un acuerdo pacífico y recurrieron a la mediación del Vaticano, en noviembre de 1984.  El Cardenal Antonio Samoré  fue destinado por el Papa Juan Pablo II como mediador entre los dos países.
 EL día 29 de noviembre de 1984 decidimos en mi agencia darnos una cena de fin año. Y fuimos a comer a un chiringuito llamado “Hijos de Siero y Noreña” asturiano, famoso por sus fabadas. Era a la vez la sede social de los descendientes de los asturianos inmigrados al país.
    Al día siguiente me enteré de que poco antes de las doce horas de la noche anterior, las tropas de los dos países habían recibido la orden de suspender el        comienzo de las operaciones, previstas para la medianoche. EL Vaticano había logrado que los dos países firmasen el “Tratado de Paz y Amistad” que ponía fin a tensión bélica entre  Argentina y Chile.
Las gestiones del Cardenal Antonio Samoré  habían logrado  salvar a Chile y Argentina de una guerra que se presumía que habría de ser muy cruel y sangrienta. También me había salvado a mí de una mancha negra en mi expediente profesional.  El comienzo de la guerra me hubiera cogido a mí y a todo mi brillante equipo en una cena muy festiva y en la posterior ronda de copas, totalmente ajenos a nuestra obligación de pasar las noticias tan pronto como sucedían.
Días después fuimos Vicky y yo por última vez al “Viejo almacén” a escuchar tango, y especialmente al gran Edmundo Rivero que, como siempre, cantaba y reinaba en la vieja catedral del tango de Buenos Aires, cerca del barrio de La Boca   .  
Ya nos habíamos hecho a la idea de que teníamos que  poner fin a  nuestro  periplo latinoamericano. Teníamos que abandonar Argentina  después de nueve años, toda una vida. Y emprender el camino del regreso pasando por Brasil, mi nuevo destino.                     
 En Argentina habíamos pasado los momentos más alegres y más tristes (trágicos) de nuestra vida. En Buenos Aires habían nacido tres de mis seis hijos. Y habíamos perdido a uno, Albertito, de poco más de dos años de edad, ahogado el día    tal del cual en la piscina  de casa. Albertito había nacido en Santiago de Chile. EL dolor más desgarrador que  una persona puede experimentar.
Yo no podía aceptar que la desaparición de mi hijo menor era “para siempre”- Que frase tan brutal, inhumana, era ese “para siempre”- No volver a verlo “Jamás”. Eso es lo más brutal de la muerte. En mi desesperación invoqué a Dios y al Diablo, No obtuve respuesta. Nadie contestó: su desaparición era “para  siempre”-
En Buenos Aires habíamos tenido a nuestros mejores amigos, Jaime Valdés   y Máxima, su mujer.  ChiIenos, él era Agregado de Prensa de la embajada de Chile en Argentina.  Moriría años después, En su Chile, a causa de una leucemia.
En Rio  de Janeiro estuvimos residiendo menos de un año, una estancia precaria ya que me barruntaba que pronto regresaríamos a Madrid, a casa.
Una tarde, poco después de haber almorzado, recibí una llamada telefónica de Madrid. Era Coral, la secretaria del Presiente de la Agencia, el gran Luis María Anson, a quien había aprendido a respetar,  a  admirar y a querer.
  Anson me dijo que ya había tenido mucho tiempo de carrera en América (de 1968 a 1982) Que  era hora de ir pensando en regresar. Y que había pensado en mí para nombrarme Director de Internacional  de la Agencia. Era un ascenso que yo, raramente, pensaba que podría ocupar. Disimulé mi sorpresa y mi contento y acepté, naturalmente. Iba a sustituir a José Luis García Gallego, un hombre muy respetado y muy querido por su redacción. Y por mí.  Era muy,  muy amigo mío, a quien quería como a mi padre.        
En mi cargo de Director de Internacional pasé toda clase de vicisitudes. Fui también en ese tiempo Director de Mercado Exterior (ventas) y por segunda vez director (corresponsal) de las delegaciones en México y en Argentina.       
Por cierto durante nuestra segunda estancia en México, tuvimos la oportunidad de ejercer de padrinos de la hija de Carlos Ferreira y Malena, con quienes habíamos convenido, 15 años antes, ser padrinos mutuos, ellos de mi hijo José Antonio, que nació en México, y nosotros de su hija, Anita. Que grandes amigos, los Ferreira, que habían esperado quince años a que nosotros volviéramos a México para bautizar a su hija.
Tras nuestro segundo paso por México y Argentina regresamos ya,  definitivamente a Madrid. Era 1982 y aquel año se celebraron elecciones generales  que ganaría Felipe González.  La victoria de los socialistas nos hizo presumir a todos los integrantes de Efe que a Luis María Anson le quedaba poco tiempo  como Presidente de la Agencia. Efectivamente fue así: el nuevo gobierno decidió sustituirlo por  Ricardo Utrilla, un hombre que no me fue simpático.
En la última reunión de directores que tuvimos con Luis María Ansón, antes de su relevo, me dijo algo que me sorprendió muchísimo y me llenó de gratitud para con el rey Juan Carlos.
Dirigiéndose a mí, Ansón dijo:
-Ahora que ya nos despedimos, quiero decirle Coceiro, algo que ignora.  Es a Su Majestad el Rey, don Juan Carlos, a quien  debe su libertad en Argentina. Yo en cuanto supe de su detención me dirigí a él pidiéndole su intersección ante los miembros de  la Junta de Argentina. EL habló con el Almirante Emilio Masera, y por eso fue liberado usted.  

FIN.





Capítulo 12: El golpe contra Isabel Perón

En medio del ambiente  de corrupción  de las instituciones y la actividad de las organizaciones guerrilleas (Montoneros y el ERP) en Argentina se  se vivía  en un territorio sin Estado. La guerra abierta declarada por las fuerzas armadas contra los guerrilleros  hacían   de cualquier día un día de guerra.  Asesinatos ,  tiroteos  y secuestros  con la habitual desaparición de personas  ( secuestros de activistas de izquierda o simplemente de personas sin más), hacían imposible  el normal desarrollo  de la vida de la ciudad o del país.
    YO mismo perdí varios amigos  en manos de las fuerzas armadas, uno de ellos, mi gran amigo Rodolfo Fernández  Pondal  Era un periodista que editaba un boletín confidencial,  desapreció el mismo día  que había regresado  de un viaje de instrucción del portaaviones  “25 de Mayo” invitado por el Comandante en Jefe de la Armada, almirante EmIlio Massera.  Al parecer fue secuestrado por la misma marina de guerra  que había sido su anfitriona  pocas  horas  antes… Él tan orgulloso con un chubasquero de la marina que le había regalado el Almirante Massera…. Su  nombre pasó a engrasar la lista de  los desaparecidos  hasta  que  fue declarado muerto.
    El día  que finalmente se produjo el Golpe nadie se sorprendió. Cuando la presidente María Estela de Perón subió al helicóptero que cada día la llevaba y traía desde el palacio del gobierno: la Casa Rosada, hasta su residencia  en  la muy próxima ciudad satélite de Vicente  López. Sería su último vuelo en libertad.
   Cuando el helicóptero pasaba cerca del aeropuerto urbano  de Aeroparque,  súbitamente     tomo tierra en el espacio reservado para las máximas  autoridades del Estado. Ante la extrañeza de la presidente, el almirante  Emilio Massera, que la acompañaba en el vuelo, le dijo que una pequeña avería había aconsejado esa breve  detención.
   Fue conducida a un avión y trasladada hasta su lugar de reclusión, una unidad de la Armada al sur de Buenos Aires.
    El derrocamiento y prisión de la presidente no causó  ninguna extrañeza en la ciudad.   Y  dejó muy tranquilo al Comandante  Ernesto Wener,  jefe del Regimiento Granaderos a Caballo general San Martín, la unidad del ejército que prestaba protección y custodia a la presidenta. 
   De esta forma el honor y la responsabilidad del Coronel Wener quedaron  a salvo.  Porque mi buen amigo el Coronel Wener,  creo yo  que tenía  un problema de conciencia.  Siendo el jefe  de la guardia personal de la Presidenta ,  tenía que defenderla  contra cualquier elemento adverso  que la amenazase.
     Y   él, que como militar estaba de acuerdo con el golpe, tenía que  defender a la Presidente de aquella eventualidad. Incluso, llegado el caso, oponiéndose a sus compañeros de armas.
     El problema se salvó al ser detenida  la Presidenta cuando esta se encontraba  en el helicóptero, en el aire. Ya que en este elemento ella era ajena a los cuidados  de Wener ,  ya que él operaba en tierra.
     Esta era una presunción mía, muy bien fundada. Pero sin tener certeza  de que  realmente fuese  así. Sin embargo, por datos pescados incidentalmente,  y por  la seguridad que tenía en mis conjeturas  no me cabía dudas sobre esta solución de compromiso.
     Igual que teníamos amistad y confianza  con Rodolfo Wener, la teníamos con otros altos oficiales de las tres  armas, lo cual no quita que si en la  lucha contra la subversión  si tenían que  darnos  caza, a los corresponsales, nos la diesen.  Así se explica el caso del secuestro y la desaparición de  Rodolfo Fernández  Pondal,  conocido  y  amigo de los comandantes en jefe  del as tres  armas  al que me referí anteriormente.
    El Golpe fue recibido por los bonaerenses con toda naturalidad, pese a que  la caza emprendida contra los Montoneros y el ERP, adquirió  niveles de guerra abierta entre las fuerzas armadas regulares y la guerrilla.  Y los casos de los “Secuestrados”  (los  desaparecidos)  adquirieron relevancia  mundial.    
    Esta dudosa relación cívico-militar explica en parte lo que me aconteció el día 7 de noviembre 1976.  En esa fecha   tenía que viajar a Madrid a algún asunto relacionado con la dirección de  mi agencia. Poco antes de trasladarme al aeropuerto recordé que un buen amigo, Fernando Mas,  un periodista argentino que había conocido en México donde era corresponsal de la revista norteamericana  “Reader’s Digest”, simpatizante –cuando menos,  de los Montoneros-  se había trasladado a vivir  a España y me había dejado su voluminoso archivo periodístico para  que yo se lo hiciera llegar a Madrid en alguno de mis frecuentes viajes.
     Entonces recordé el encargo  que Fernando  me  había dejado y tomé tres  o cuatro grandes sobres  con recortes de diarios que metí  en  mi cartera de mano y salí para el  aeropuerto.
    Al pasar al salón de embarque  un suboficial  que estaba en la puerta me pidió que,  por favor,  le dejase ver el contenido de mi cartera de mano. Entonces pensé en los sobres de  Fernando. Los abrí  y ante mi vista y la del  suboficial aparecieron recortes de la revista “Evita Montonera” y de otras publicaciones semejantes del grupo guerrillero.
     El militar me dijo que le siguiese y me llevó a la comisaría del aeropuerto. Allí un comisario   muy amable me dijo que esperase y se fue con mi maletín a una oficina contigua. Total quedé detenido por espacio de tres días  y tratado con toda cortesía, eso sí. Entre  tanto otro pasajero  norteamericano  que estaba en las aparentes mismas circunstancias que yo, entablamos conversación.  Por  lo que me dijo supuse que iba a quedar  en libertad  prontamente. Le pedí que cuando saliese  llamase por teléfono  a mi casa para decir  a mi mujer  lo que me  había ocurrido.  Y así lo hizo. Entonces  comenzaron las gestiones para  mi puesta en libertad de  la  Embajada Española, la Asociación de  Corresponsales Extranjeros y otras instituciones. Y naturalmente,  a los tres días,  fui dejado en libertad.
                                                                                                                  (Seguirá)


Capítulo 11. EL golpe en Chile.

       Finalmente  Chile estalló. Se produjo el tan anunciado y tan temido golpe de Estado. Fue el día 11 der septiembre de 1973 : un día de primavera  ( en el  hemisferio sur) tibio y soleado. Yo el día anterior había ido a dormir a mi casa, en el Barrio Alto. Desde hacía una semana me alojaba en el hotel Crillón, a tres cuadras de mi oficina esperando el golpe. Prácticamente me lo había advertido mi buen amigo Leonardo Cáceres, jefe de información de Radio Magallanes   me había dicho  que  el golpe se produciría  ese día.  Radio Magallanes, una emisora que pasaba por ser un medio que obedecía al Partido Comunista, habitualmente  sus informaciones  eran muy bien fundadas y yo la tenía por una fuente  informativa  muy fiable.
     Me levanté muy temprano  y  en el auto, a buena velocidad, me dirigí  a mi oficina  escuchando la radio del coche. A la altura del Parque Forestal la radio  suspendió su programación.  Enseguida   emitió un comunicado de las fuerzas armadas y marchas militares:

 SE HABIA PRODUCIDO EL GOLPE!!!    Firmaban  el comunicado  el Comandante en Jefe del Ejército, General  Augusto Pinochet;  de la Armada  Almirante  José Toribio Merino;  el de la Fuerza Aérea, General Gustavo Leigh y el Jefe Nacional de Carabineros,  general  César Mendoza. Ya en mi oficina, alrededor  de las doce horas  sonó el último  mensaje  de las Fuerzas Armadas:  se había dado un tiempo que finalizaba a las  12 horas a  Salvador Allende para que saliese  del país.   A la hora indicada se sintió el ruido de una escuadrilla de aviones que se dirigían a la Moneda. Inmediatamente  disparos y la explosión de cohetes sobre el palacio Presidencial.
     Sobre  la pena y el dolor que sentí al conocer el suicidio de Allende,  se sobrepuso el respeto  por el valor, la dignidad, y la responsabilidad del Presidente, que rechazó  las reiteradas ofertas  de los golpistas  de  enviarlo fuera del país y prefirió  suicidarse  con una metralleta que le había regalado  el comandante Fidel Castro, su amigo y compañero de ideología.
      El lo había dicho en numerosas ocasiones y en discursos, como una premonición: “me sacarán de La Moneda con los pies por delante en  una caja de pino, como hicieron con el presidente Aguirre Cerda”.
      Aceleré y  enseguida  llegué a la oficina. Ya todas las  emisoras de Santiago retransmitían en cadena nacional los  bandos y música  militar. El primer bando repetía que ante la situación  caótica que vivía  el país “las Fuerzas Armadas se habían visto obligadas  a tomar el poder, etc, etc”.
       A partir de aquel momento el Chile que yo conocía se volvió del revés. En Chile tampoco era posible la instalación de un gobierno marxista por la vía pacífica, democrática.  Chile tampoco era diferente.           
        A partir de entonces  se sumió en una auténtica guerra civil que a muchos  les recordaba la Guerra Civil Española. Por aquellos días todos los españoles éramos consultados sobre nuestro conflicto. Y la verdad es que las semejanzas eran muchas, con la única y gran diferencia de que las  fuerzas armadas, en el caso de Chile, permanecieron en un solo bando.-

                                                                                                                               (Seguirá). 
    


Relato número 10. En Buenos Aires (2).

Buenos Aires, con sus cines, teatros, salas de fiesta, bares, clubes nocturnos y  salas de tango, era por aquellos días una gran capital. Pero con la  actividad, llevada al  máximo, de  la guerrilla de los Montones, ideológicamente nutridos por el peronismo. Atentados, asesinatos, secuestros, conferían a la brillante capital argentina de un  singular  ambiente de ciudad en guerra.
        Para  empeorar las cosas, el presidente Juan Domingo Perón  comenzó un rápido proceso de decadencia física  que al poco tiempo tuvo su desenlace. Murió  Perón y una ingente cantidad de personas pasó por el Palacio del Congreso a rendir su último homenaje a quien fuera su líder durante 30 años. Perón era un semidiós  para todas las clases sociales, excepto la clase dominante. Junto con Perón, su mujer Eva, la popular Evita,  era  la  referencia  in discutible de la clase trabajadora (los descamisados).  
         Me puse a pensar en el fenómeno peronista y llegué a entender su absoluta preeminencia social.  Y la ausencia de comunismo en un país que  tenía una numerosa clase obrera. Un país en pleno desarrollo, con una organización sindical (la Unión General de Trabajadores) la poderosísima UGT.                                                                       
          El peronismo tuvo su  nacimiento y desarrollo  coincidiendo con la  Segunda Guerra Mundial. Y Argentina, el granero del mundo, se enriqueció  con sus  exportaciones de materias primas, sobre todo alimentos, que eran demandados por todas las potencias. Y yo pensaba que la “revolución” peronista  se explicaba porque podía dar a los pobres sin necesidad de quitarles a los ricos. Eso explicaba  la revolución social en paz y libertad (salarios altos, hospitales, viviendas populares, educación y limpieza).  Por esa razón, suponía yo, no prosperó el marxismo  clasista entre las clases  populares y los pobres del país.
            Pero la revolución peronista en paz y libertad, encontró la oposición férrea de la alta burguesía y de las clases económicamente poderosas del país. Que le declararon la guerra  al general Perón y por extensión a sus militantes y simpatizantes.
            El odio resultaba tan feroz que en algunos muros de la ciudad se podían leer lemas como “Viva el cáncer”, en alusión a la enfermedad que haría morir a Evita. Pero aún hoy, a  sesenta y dos años la muerte de la “abanderada de los pobres”,  en casas modestas o en lugares de paso masivo de la población, se ven “altares”, así  llamados, con fotos y estatuillas de yeso al modo de imágenes, de María Estela Duarte de Perón.
             En el momento que aterricé en Buenos Aires, el ambiente era  el clásico en los momento delicados del país. Con rumores constantes de Golpe  Militar. Para agravar más las cosas, el fallecimiento del Presidente, el general Perón iba agudizar la crisis. La vicepresidenta, y viuda del general,  María Estela Perón, carecía de las dotes de mando del recién desparecido  Perón. Se desataron las  ambiciones por la sucesión del líder del peronismo, los Montoneros acentuaron  la actividad guerrillera, asesinando a jefes militares  y presidentes de grandes empresas y todo lo que tenía que ver ncn el “imperialismo” norteamericano. Para colmo los poderosísimos sindicatos se pelearon con la Presidente María Estela de Perón. Total que Buenos Aires semejaba una ciudad en guerra y  por extensión, Argentina.                                                                                                                                                        
            En aquel ambiente la Asociación de Corresponsales consiguió una conferencia de prensa con  la organización Montoneros. Una reunión clandestina en una casa igual. Asistió la plana mayor de la organización terrorista, encabezada por su líder Eduardo Firmenich.
             A lo largo  de la conferencia un corresponsal alemán preguntó si habían caído  en la cuenta de que con su actividad guerrillera estaban dando argumentos a los militares para dar el golpe. Y Firmenich, en una demostración de error de cálculo increíble dijo que eran conscientes de ello pero que precisamente ese era su objetivo: “El golpe agudizará las contradicciones sociales y llevará a las masas a tomar las armas contra los milicos. El pueblo y nosotros, su vanguardia,  derrotaremos a nuestros eternos enemigos”, dijo. Los asistentes no podíamos contener nuestra sorpresa ante tal error de cálculo. Querían la guerra total contra unas fuerzas armadas modernas y ¡¡pensaban derrotarlas!!!”.

                                                                              (seguirá).          

Relato número 9. En Buenos Aires (1).

Aquello, Buenos Aires, era otra cosa. Aquella era una Delegación tan completa y compleja como las de Estados Unidos y Europa. Sucedían las mismas cosas que en cualquier país  desarrollado. Tanto en la vida política, como en deportes, economía, cultura, sociedad y cualquier otra manifestación. Allí había que estar atento todo el día a las noticias, para retransmitirlas a nuestra Central, en Madrid.                                                           
       En Chile además ya se había producido el golpe de estado y el suicidio de Salvador Allende. Ese día no se me borrará jamás. Fue el 24 de marzo de 1974. La noche anterior había ido a dormir a mi casa, en el Barrio Alto. Desde hacía más de una semana  me quedaba en el Hotel Crillón, a una cuadra de mi oficina, esperando el golpe militar. que parecía inminente. Al encaminarme a mi oficina iba escuchando la radio en el coche. A la altura del Parque Forestal la radio suspendió su programación. Enseguida sonaron marchas militares;  el Golpe se había producido. Acelere y enseguida llegué a la oficina, Ya todas las emisoras de Santiago retransmitían en cadena bandos militares y música militar. El primer comunicado militar daba cuenta que ante la situación caótica  que vivía el país que conllevaba el peligro de  liquidar el ser de Chile , “las fuerzas armadas se habían visto obligadas a  a tomar el poder, etc, etc”.
 Tuve que organizar los turnos de trabajo de manera que siempre hubiese un redactor atento a lo pudiese ocurrir. El clima político en Argentina comenzaba a espesarse. Nuevamente estaban surgiendo el allí tan clásico “ruido de sables”, Rumores de levantamientos militares en diversas zonas del país surgían todos los días. La situación económica era calamitosa. EL general Perón –el líder indiscutido del país- comenzó a tener serias diferencias con la juventud de su partido, dominado por la organización “Montoneros”, una de las grupos  guerrilleros  más numerosa y peligrosa de América Latina, capaz de realizar operaciones de una  envergadura y complejidad inimaginables: como el secuestro de un avión comercial de “Aerolíneas Argentinas”, aterrizar en una ciudad del interior y ocupar una instalación militar. 
       Y tuve que destinar mucho tiempo a la labor comercial porque la Agencia Efe estaba muy poco presente en los medios periodísticos de Argentina. De los diarios de Buenos Aires, únicamente el diario “Clarín” estaba suscrito a las noticias de Efe.
       Pero mi trabajo dio excelentes resultados. Y paulatinamente fueron suscribiéndose los diarios “La Nación”, “La Razón”, “El Cronista Comercial”, “La Prensa”, “La Opinión” y otros que ahora no recuerdo.
     En el aeropuerto de Pudahuel me esperaba un amigo que había hecho en Madrid, gracias a la mediación del Agregado de Prensa de la embajada de Chile en España, Raul Zamora, un industrial que me fue a esperar al aeropuerto junto a  un periodista joven, de mi edad, Jaime Valdés, que con el paso de los días se convertiría en  íntimo amigo mío. 
     lEl primer día que amanecí en el hotel “Crillón” de  Santiago, sufrí un sobresalto cuando me afeitaba: de pronto la radio suspendió su programación y una voz dijo y  repitió: “Sáquese la polla y hágase  millonario”. AL llegar a la oficina pude averiguar que quería  decir en realidad la frase.  Me dijeron los redactores  que la “polla” era una especie de lotería, con mezcla de juegos de fútbol y algún otro deporte. Una suerte de quiniela española. Al final,  en Chile como en otros países no era tan sencillo hacerse millonario.                                                                                    
         AL otro día al despertarme, de nuevo el mismo mensaje publicitario, ahora un poco diferente: “La polla: ahora con dos terminaciones”. Total que me cansé de tratar de sacar conclusiones lógicas a esa frase y esperé a llegar a mi oficina para averiguarlo.  
Chile, igual que Argentina, es un país especialmente ingenioso en el juego de las frases ocurrentes. Así sucede con el insulto argentino “Boludo” y “Pelotudo”, que en chile se dice “Huevón”, queriendo decir lo mismo. No creo que en este caso sea necesario dar la traducción de las  mencionadas palabrejas, que significan aproximadamente,  tonto o gilipollas.                                              
          En Argentina  hay una palabra que se aplica a los especialmente pesados o imprudentes   que es “atorrante”. EL término procede de principios de siglo, cuando Buenos Aires, comenzaba la construcción del metro. Una de las empresas implicadas en ese trabajo era una  firma catalana que proveía unos grandes tubos de cemento para la conducción de aguas. Las cañerías estuvieron mucho tiempo depositadas al aire libre en la explanada del puerto.  los artefactos  tenían grabado el nombre de la fábrica proveedora: “A. Torras”, de Barcelona. Los tubos mientras esperaban a ser instalados en la explanada del puerto sirvieron de cobijo a  mendigos y a los sin techo de Buenos Aires que pasaron a ser llamados  “atorrantes” por parte de la sociedad.
                                                               (Seguirá).